martes, 25 de diciembre de 2012

Póker a la cubana.





“Bombiiiiillo, Pelaíííííto…  María Juuuuulia”.

Grita a una mujer desde un balcón, mientras se abanica rítmicamente tratando de reducir la fatiga que produce el calor del medio día en Santiago de Cuba. Además de abanicarse, se bebe un gran baso de limonada. Y es que en esta región la humedad relativa crea una sensación térmica superior a los 40 grados.

Durante meses la mujer llama a sus hijos. Se dice, que Bombillo está en la cárcel, pero nadie sabe cuales fueron los delitos imputados. El otro, Pelaíto, supuestamente murió en una reyerta nocturna. Y la tercera, María Julia, desapareció en un intento de salida ilegal del país. Pero todo esto es tan solo chismorreo, como cuando se dice que el primero está trabajando en una firma turística,  en algún perdido cayo del archipiélago al norte de la isla, o que el segundo cumple una “misión internacionalista” como espía, infiltrado en las filas del “enemigo”; o también que la hija, todos los días coloca el sillón para que la señora, consumida por la artritis, pueda tomar el sol en el balcón; con la desdicha de que la madre, presa de su delirio, no la reconoce y la da por perdida.



“Bombiiiillo... María Juuuulia, Pelaííííto…  “.

Desde el balcón se pude ver un pequeño parque de forma triangular. El  perímetro lo marcan varios bancos de hierro fundido y mármol. Dos calles, con aceras muy estrechas, se cruzan en ángulo agudo creando su perfil.  Otros tres bancos circulares de mármol también, pero sin respaldar, rodean un frondoso álamo en el centro del parque.

“Bombiiiillo... Pelaííííto,  Pelaííííto…  “.

La señora en sus llamadas siempre mantiene el mismo tono y la misma intensidad. No así en el orden de la secuencia con que llama a sus hijos;  una aleatoriedad sospechosa por no parecer natural.

“Pelaíto, Pelaíto… María Juuulia”

El parque, con su frondoso álamo, es un refugio de sombra para viejos parlanchines; enamorados que se aprietan las manitas mientras se besuquean; adolescentes que se atreven, en dos palmos, a jugar un partido de béisbol simplificado. Y como siempre, algún transeúnte que desentona el aburrimiento cotidiano,  cuando es sorprendido por los “gritos” de la vieja y tiene que disimular un traspié.

“Pelaíííííto …. Bombillo, María Julia”

Entre los habituales al parque también están un grupo de jóvenes del vecindario, que todas las tardes desembarcan a cuentagotas, cae uno, luego otro y así hasta que ocupan los bancos  alrededor del álamo. Hoy están sentados Fle Thomson: de tez blanca casi pálida, alto, delgado hasta los huesos, con el pelo largo como un viejo roquero; Pipío Mojonera: igual de alto que Fle y en contraste  es de fuerte complexión física, completamente rapado y es “negro de nación”; Luis Tarugo: mulato claro, de ojos verdes rasgados, como un chino, pelo ondulado de un negro brillante y de complexión muy normal… digamos que hasta tiene barriguita. Su conversación pude girar sobre los puñetazos que repartió Steve McQueen en la película que se vio en la televisión, el sábado por la noche y también, pueden discutir sobre las dificultades que tiene el Béisbol para convertirse en deporte olímpico. Pero lo habitual es hacerlo de política nacional y de los últimos sucesos internacionales.

Pertenecen a esa orlada de jóvenes que, en un tiempo,  eran la “arcilla maleable” para construir el “hombre nuevo”. En una Cuba donde quedaron prohibidas las loterías, rifas, apuestas o juegos de interés. Incluidos juegos de cartas o dominó donde se intuyan  propósitos de beneficios. Como condición para preludio de una gran revolución.

“Bombillo, Bombiiiillo… Bombillo”.

Como casi todas las tardes, la vieja está postrada en el sillón. Los “veteranos” ocupan sus bancos preferidos; el partido de béisbol infantil transcurre con toda normalidad.

 “Bombillo… Pelaíto, Pelaíííííto”.

- “Tengo un juego nuevo, fácil y elegante”, dijo Fle Thomson, mientras hacía sonar monedas con sus dos manos.

- “¡¿Más fácil que Bombillo corta a Pelaíto, Pelaíto envuelve a María Julia y María Julia aplasta a Bombillo?!”, replicó Pipío Mojonera, con gestos de escepticismo.

- “Pues sí, porque es póker descubierto, a tres cartas, cada vez que la vieja grita los tres nombres es una mano. María Julia vale más, después Bombillo y Pelaíto la de menos valor. Apostamos una cantidad y el que saque mejor mano gana, es fácil”.

“Pelaíííííto… María Julia, María Julia.”

-  “¡Ahí’ta mi mano! parejas de María Julia. ¡Que!, ¿apostamos un fula (1) pa’probar?. ¿Apuestas?”

- “Ok, un fula”.

“Bombillo, Pelaíto, María Julia.”

- “Estas jodio… sigo ganando, no tienes ni pareja ni trio”.

“Bombillo, Bombillo… Bombillo….”

- “¡Toma!, gano yo, trío de Bombillos!”, gritó Luis Tarugo, agitando la mano mientras exigía su ganancia.

-“Ok, me gusta, la próxima mano a dos fulas”. Habló  Pipío y se volvió para decirle a Luis: “una cosa acere… nada de griticos, ¡tú quiere que nos partan los cojones!”.


(1)    Fula: un dólar americano en argot cubano.

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