martes, 18 de diciembre de 2012

Un vendaval de viento y olvidos…



En la madrugada del día 24 de octubre una noticia circulaba por la red: “La Habana. (EFE).- Sandy tocó tierra en el sureste de Cuba fortalecido como huracán de categoría 2 con vientos máximos sostenidos de 175 kilómetros por hora, informó esta madrugada el Instituto de Meteorología de la isla (INSMET).”

Un vendaval de viento y lluvia apareció por la Playa Mar Verde en Santiago de Cuba. El Huracán, que llamaron Sandy, entró y arrasó con todo lo que se presentó a su paso: volando techos, tumbando paredes, desgajando árboles y arrancándolos de raíz cuando se atrevían a resistirse. Sandy acumuló viento, agua y lágrimas en las casas, dejando sin aliento a la ciudad.



Pasó el ciclón y no se puede decir que terminó lo peor. Las fotos que comenzaron a subir a la red causaban pavor. Traté de seguir las noticias en la televisión, pero solo se dedicaban pocos segundos para describir los horrores. La prensa escrita trató la noticia con simples comentarios informativos de su paso por Jamaica, Haití y Cuba. Para obtener noticias que mostraran de manera real las dimensiones del fenómeno, tenía que buscar en Youtube. Después de dejar Cuba, Sandy enfiló su rumbo a New York. Entonces sí que la gente comenzó a temblar. Para esa fecha, yo había llamado a mi gente en Santiago. Poco me consoló no tener familiares ni amigos entre los desaparecidos, porque las desgracias eran incontables. Varios días después sonó el teléfono de casa y tuve la agradable sorpresa de escuchar la voz de un amigo, del que no tenía noticias desde hacia más de 15 años. Marquito estaba en Madrid, había llegado de Cuba hacía unos días y, por mucho que teníamos de que hablar, la conversación rápidamente giró sobre lo último. ¿Cómo fue aquella noche cuando Sandy entró en la ciudad?: “Del carajo…” fue la primera frase de Marquito, luego siguió una interminable conversación: “Todo comenzó alrededor de la una de la madrugada, hacía un viento fuerte, aunque la casa de los viejos es de mampostería y el techo de placa, el ruido que venía de la calle y los tirones de la puerta de la entrada te hacían pensar que todo se vendría abajo. Apiñados en la sala mis padres, mis hijos, el vecino y su familia, estos se tuvieron que refugiar con nosotros cuando el viento les levantó el techo de su casa… sin electricidad, todo estaba a oscuras y junto al zumbido de las ráfagas de viento, se escuchaban estruendos en la calle. Apiñados como estábamos, era como vivir una película de terror.”

En estos momentos no existe un solo comentario en la prensa sobre Sandy. Es natural, el ciclón es tan solo una noticia lejana, pero ayer, navegando por Internet, encontré un  artículo que comentaba el trabajo de un fotógrafo que puso rostro a las historias de New York. Pensé en la gente de Santiago de Cuba, ellos también tienen su historia, pero sus sufrimientos vienen de mucho antes que apareciera Sandy.

Los vecinos inentan amontonar los escombros y arbolado que el huracán Sandy ha provocado en Santiago de Cuba. (REUTERS)
 Vecinos de una calle de Santiago de Cuba, después de que el Huracán zarandeara sus casas. Los escombros reposan en sus calles. Quizás hoy las calles no estén llenas de basura, pero sus casas derruidas no son simplemente obra de los fuertes vientos; es el resultado de años sin posibilidad de darles mejores condiciones. Las evidencias de que han tenido que construir sus viviendas a retazos son evidentes; usando bloques para esta pared, luego ladrillos, alguna madera reusada y olvídate del revestimiento, que no da pa’ tanto. ¿Cómo se pueden defender del huracán y cómo lo podrán hacer en lo adelante?. Para la tragedia de Santiago no hay consuelo, porque seguirán con las paredes peladas.

Dos mujeres frente a su casa destruida por el huracán, en Santiago de Cuba. MIGUEL RUBIERA JUSTIZ (AFP)
La señora mira al fotógrafo, y me atrevo a asegurar que sus pensamientos están divagando sobre las penurias que tendrá que enfrentar para lograr la madera apropiada y recomponer su casa. Una residencia construida posiblemente en las primeras décadas del siglo XX, cuando Santiago de Cuba desarrolló una arquitectura apropiada a su historial sísmico.  Comprendo a una familia que no ha tenido oportunidad de rejuvenecer el machihembrado de las paredes  con madera nueva, ni ha podido protegerla con pintura apropiada… !cómo se podía proteger de las fuerzas de un huracán, si no podía hacerlo de la humedad cotidiana, ni del sol de justicia que hace todo el año en una ciudad en el trópico!.


Hemos visto la ciudad llena de escombros tras el ciclón, pero en el mismo centro ya existían casas apuntaladas y no fue obra de Sandy. Es y sigue siendo el resultado de años de un azote más cruel, que se produce en silencio, donde las historias de estas personas no son noticia en ninguna prensa.

Lo más espeluznante es escuchar que todavía existe una fábrica de fibrocemento en la ciudad, que se enorgullece de producir tejas, tuberías y cuantos objetos se puedan insertar en la construcción, para ayudar a los damnificados. El fibrocemento es un producto dañino para la salud por su contenido en amianto (asbesto, agente cancerígeno). ¿No será mejor buscar soluciones menos dañinas?. Después de todo, Santiago de Cuba seguirá estando ahí, en el Oriente de Cuba, frente al mar Caribe. Continuará bulliciosa como de costumbre, inagotable, íntegra. Aunque siga azotada por huracanes y  energúmenos.

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