Se dice que los cubanos somos adictos a los discursos, y no solo a escucharlos sino también a darlos.
Esa costumbre no es solamente cubana; charlas de bar (o de borrachos) existen por todo el mundo y en todas las etnias. Pero en el caso cubano no es un asunto de elocuencia etílica. Los cubanos… bueno no, mejor así: cualquier cubano está preparado -anímica e intelectualmente- para soltar una “muela” moralizante (o un “rollo” como dicen in Spain) en cualquier momento y en cualquier lugar. Y siempre habrá otro cubano dispuesto a recibirla… y a rebatirla con otra “muela” superior.