Encendí el ordenador y esperé con paciencia que Windows estableciera todo su entorno. Varios días fui restableciendo las comunicaciones humanas tradicionales: visitando amigos, quedando con ellos para comer y beber en el centro de Coruña, incluso dejándome una pasta en Riazor para sufrir con la decepcionante campaña que hace este año el Dépor. Estaba muy feliz con mi comportamiento de ciudadano corriente, hasta que hoy, intentando retomar una conducta normal, regresé al ordenador. Volver a revisar mis cuentas de e-mail, subir fotos en mi perfil de Facebook, felicitar a los amigos que cumplen años, leer las miles de imágenes que me llegan, dónde me dicen: “yo no sé tú, pero yo agradezco a… y dale a me gusta si eres un buen cristiano”, “si estás orgulloso de ser cubano, dale a me gusta…”, y una colección infinita de lo mismo. Muchas me resultan ¡tan aburridas!…, pero soportables. Al final vale la pena ese interminable carril de imágenes, tan solo por ver alguna de Ileana Ballester presumiendo de abuela cuando le da de comer a su nieta o enterarme de que mi primo Rafle ha dado un concierto en Buenos Aires. En fin, reviso mi correo electrónico y veo que tengo una notificación de Facebook: “Svetlana te felicita por el nuevo año”. Decido responder al saludo, doy dos golpes de ratón y comienzo a introducir mi password; al finalizar otro golpe al enter, un letrero me deja frio: “Su password no es válido”. Repito la operación, con más cuidado y ¡pum! el mismo letrero. Con mucho cuidado retiro las manos del teclado, me reclino en el asiento y comienzo a pensar: “Puedo ser víctima del ataque de un hacker. Quizás mi cuenta de facebook ha sido invadida y mi privacidad demolida, mi información personal bancaria puede estar siendo utilizada con fines lucrativos. Quizás en estos momentos un hacker esté… espera, puede ser peor, ¡como no lo pensé antes, puede ser el G-2!. Estoy siendo atacado, espiado, pueden estar intentado involucrarme en algún golpe mediático de magnitud incalculable, quizás me conviertan en el hilo conductor de los políticos enfermos de cáncer en Latinoamérica. Hijos de puta. Qué otra cosa puede ser...
Me levanto lentamente, no dejo de observar fijamente el monitor y el infame letrero que dice no comprender mi password; intento una vez más y lo hago de pie; con mucho cuidado introduzco la contraseña tecla a tecla con atención; nada, ha sido hackeada. Joder... hijos de la gran putaaaa… seguramente lleva tiempo instalado en el disco duro el gusano del G2. Si logran leer los mensajes electrónicos que he cruzado con Emilito estarán al tanto de toda la mierda que hemos hablado de la revolución, ¡oh peor!, los chat de voz con Mireya, donde despotricamos de Fidel. Sí, estoy perdido. Piensa Gabriel, piensa… Nada, se han colado. Tiro del cable usb que conecta el disco externo. Quizás todavía no han podido descubrir que tengo alguna que otra foto y video erótico; a saber qué historia se pueden inventar. Un segundo más tarde también desconecto el ordenador, siento vergüenza de mí mismo, aunque también tengo que decir que estoy más tranquilo. No dejo de recordar que cuando estaba en Cuba, todas las cartas que me llegaban del extranjero venían rasgada, con un cuño que decía algo así como: “por razones desconocidas su correspondencia llegó abierta…”,.
No puedo dejar que esto me desanime, debo conservar la calma, mejor voy a la nevera por una cerveza, elijo una lata de “Estrella 1906” y me doy un trago largo. Miro la lata y le doy vueltas en mi mano mientras pienso lo mucho que se parece en el sabor a la Hatuey. Regreso frente al ordenador, esta vez más concentrado. Tengo que ordenar mis pensamientos y debo tomar decisiones drásticas. Enciendo un cigarrillo y doy varias caladas seguidas, un nuevo trago de cerveza y, en ese momento, cae ceniza sobre el teclado. Dejo la cerveza y el cigarrillo a un lado y levanto el teclado con las dos manos, lo sacudo y no solo cae ceniza, también unas pequeñas migas supuestamente de pan y otras miles de partículas no identificadas. Me quedo pensando sobre la cantidad de mierda que debe haber en la rendijas del teclado. Retomo el tema de la cerveza y descubro que la he vaciado de dos tragos. “Que se jodan los de la KGB cubanos, qué carajo me importa lo que quieran ver en mi ordenador”.
Me vuelvo a prender otro cigarrillo, mientras recuerdo todo lo que tuve que idear para dejar atrás todo aquello: lista negras, reuniones interminables para “discutir” los discursos de la jefatura, las guardias nocturnas en el trabajo y en el barrio, informes del CDR elaborados por sexagenarias eufóricas con los chismes del barrio, comprobación de la correspondencia con el extranjero (todos los sobres abiertos, con un cuño del correo donde explica que la carta llegó abierta… todos los sobres, durante años, y eso que le pedía a mis amigos que la cerraran con superglob). Pues sí, eso quedó atrás y no hay por qué preocuparse. Le apliqué la aspiradora al teclado y nada más comenzar con mi brillante idea, sentí como impactaban en el depósito de la aspiradora los elementos que no salieron cuando sacudí el teclado. Es evidente que se necesitaba una fuerza física superior.
Otra vez esperé con paciencia que Windows estableciera todo su entorno y, esta vez, la página de Facebook se desplegó con todo su esplendor… Milagritos continúa compartiendo videos graciosos, Angélica con sus imágenes de evangelización, Ernesto con que el Barça es el mejor club del mundo… cosa que dudo (yo soy del Madrid). Menos mal que todo vuelve a la normalidad. Por un momento pensé que perdería la oportunidad de seguir en el cubaneo vía Facebook.
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