jueves, 30 de mayo de 2013

Mi amigo Juan


Esta entrada es la colaboración de un amigo: Arquímedes Ruiz Columbié.

"...Alone, all alone
Nobody, but nobody
Can make it out here alone..."
Maya Angelou

Bomp Bomp Bomp...Juan ha dribleado tres veces el balón hacia el tablero, si lo hace una vez más tengo que correr al aro porque va a usar su gancho... pero si se detiene quizás me pase el balón en mi corte a la botella...Bomp...me voy al aro, tengo que agarrar el rebote...no...dos puntos de Juan, vamos al frente...


Conocí a Juan Martínez Caballero en la Secundaria Básica Regino Boti cuando todos hacíamos noveno grado en aquel concentrado que en un principio rechacé por mi cariño a "la Orejón", mi escuela de séptimo y octavo. Pero "la Regino" me hizo descubrir una parte de Guantánamo que no conocía y mi entrañable ciudad natal se volvió un poquito más grande, aparecieron nuevos amigos de otras extracciones sociales que me enriquecieron con lo que contaban y también con sus sueños. Entre ellos estaba Juan, un negro muy educado, un poco mayor y más alto que yo, que dominaba mejor el balón, y que podía acoplar su voz a la Choly en la guitarra cantando al estilo doo-wop de Los Platters:

"No digas no/ dime dime que sí/¿qué cuánto te quiero yo?/woo oo oo oo/anda dime que sí..."
Aquella canción que de tanto cantarla nos obstinó en las noches estrelladas del Abril de 1967 en el Campamento Loma Blanca donde nos movilizaron para el plan "La Escuela al Campo".

Después vino el Preuniversitario. Mis amigos más cercanos y yo decidimos matricularnos en francés para evitar que nos pusieran en aulas diferentes; cuando cierro mis ojos puedo aún ver a buena parte del aula, un grupo que menguó poco a poco debido las escapadas de muchos a la Base Naval Americana. Entre los que entonces quedamos en Cuba hasta graduarnos estaba Juan, con quien en los últimos años del Pre compartí ventana hacia la cancha mientras desarrollamos una amistad sincera, cohesionada no sólo por el aula sino también por el equipo de basketball al que pertenecíamos, y por el último plan al campo en La Italiana donde teníamos literas adyacentes: Juan y Santell en una litera, Panchito Vila y yo al lado, pocas cosas materiales que compartir pero compartidas, y muchos planes para el futuro. Juan y Santell estudiarían Medicina, Panchito Ingeniería Eléctrica a pesar de mis insistencias a que estudiara Matemática porque allí estaba su verdadero talento, y yo decidido a estudiar Física, pasos que cada uno de nosotros siguió como soñabamos, como lo hicieron muchos de aquella generación generosa a la que los placatanes del poder tiránico le exigieron silencio en pago por sus anhelos.

En los Juegos Intramurales de 1967 organizados por Mariscal, el profesor de Educación Física, Juan terminó siendo el jugador más destacado, y en la selección final del equipo del Pre fue el primer escogido. De esa forma devino el líder de un pequeño grupo donde para mi sorpresa también estaba yo a pesar de mis quince años, pues jugaría en los juegos juveniles, una liga superior a la que me correspondía. Creo que ese fue el punto culminante de mi carrera deportiva. Hoy, desde el privilegio que permite el paso del tiempo, se me ocurre otorgarle a Juan el título de MVP, algo que entonces no existía. Nuestra estrategia de juego era simple: Punky bajaba el balón hasta cerca de la botella donde estaba Juan de pivot central; éste intentaba atacar al aro con tu temible gancho de zurda, mas si la defensa era muy dura, debía entonces pasar el balón a uno de los atacantes laterales o de vuelta a Punky, para reiniciar de nuevo la combinación. No tengo números para probarlo, aunque mi memoria me dice que en alrededor del 50 % de los casos Juan se iba contra el aro. Así ganamos muchos juegos, campeamos en Guantánamo hasta que llegados a la ciudad después de la Zafra del 70 y sin tiempo para prepararnos, fuimos pulverizados por el equipo de décimo grado, fresco y con una estrategia de juego rápido que de seguro alguien copió de los juegos de la NBA en canal 8 de la Base Naval. Pero ya el Pre terminaba, pronto nos graduaríamos y el irrefrenable olvido se llevaría lo que ahora les cuento.

Ya en la Universidad de Oriente, Juan jugó poco basketball porque en un pitén informal recibió un codazo que le hundió temporalmente la frente. Mientras tanto en La Habana yo me hacía de un puesto regular en el equipo de la Facultad de Ciencias. En uno de mis viajes de vuelta al terruño, nos encontramos en el Parque Martí y hablamos de nuestros avances universitarios; fue a él a quien primero le oí muy ufano decir "no existen las enfermedades sino los enfermos"; entonces entablamos una conversación en la que yo defendía la existencia de patrones generales que permitían hacer de la Medicina una ciencia empírica, mientras él insistía en la dimensión práctica de su carrera. Creo recordar que al final llegamos a un acuerdo: "la práctica médica es basada en el conocimiento científico, pero se guía por los datos obtenidos en cada situación concreta". Para Juan, y también para Santell, uno nunca debe olvidar que "el ser humano es un fenómeno bio-psico-social"; eso me lo repetían a cada rato, como un exorcismo contra mis ínfulas reduccionistas de super-científico.

Reinaldo "Bulula" Colás trajo hace unos dos años la noticia del cáncer terminal de Juan en el estómago, y hace pocos meses Santell por teléfono nos corroboró su muerte. Una muerte temprana, como la de muchos de mi generación en el insilio, algo que se ha vuelto ya alarmante. Pareciera obra de la desesperanza en que viven. Quiero pensar que al final de sus días Juan encontró afuera la paz interior que siempre pareció habitarle. Zuzel me dice que lo vió frecuentar la misa dominical de la Iglesia de Santa Catalina, y Octavio me habla de su suavidad como cirujano pediatra, mientras yo recuerdo la última vez que conversamos, poco tiempo antes de irme de Cuba para siempre. Entonces hablamos de muchas cosas, sobre todo de aquel tiempo del Pre del cual atesorábamos los mejores recuerdos. Allí estaban las clases de francés, las idas al campo, las canciones de nuestro tiempo, los planes universitarios, pero sobre todo aquellas victorias ruidosas en la que nos hacíamos dueños de los campeonatos regionales juveniles. Entonces sonaban las gradas con aquel grito IG, IG, IG... y al menos por una noche nos imaginábamos atletas olímpicos.

Bomp Bomp Bomp Bomp...después de cuatro driblings Juan ha parado el balón y me busca con la mirada mientras yo corto hacía él... inicio el triple salto y el balón cae en mis manos...disparo al aro... swoosh... dos puntos más para el equipo gracias a la asistencia de Juan que ahora me sonrié... seguimos al frente...

Arquimedes Ruiz Columbié, Lubbock, Texas, Primavera del 2013






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