El hombre, con facciones marcadamente asiáticas, se instaló en New York. Su intención era estudiar y aprender el arte que destila La Gran Manzana. Se plantó en las calles de Manhattan y con más de 70 años comenzó a desarrollar su plan: pintar y vender sus cuadros.
Allí conoció a Pepe Bergantiños, un paisano de Guitiriz, muy espabilao, según cuentan. El galego le pidió al “chinito” que le pintara algunos cuadros, especialmente imitaciones de maestros del Expresionismo Abstracto del siglo XX. El galleguiño presumía de coleccionista, enamorado del arte. Algo de verdad hay en esto porque existe información de que llegó a dirigir una galería de arte en New York.