“Yo soy yo y mi circunstancia…” José Ortega y Gasset
Phil Kauffman fue el primero, en el verano del 2004, que al conocer que yo era cubano recordó
inmediatamente a Rafael, su amigo y condiscípulo universitario de los años sesenta y con quien había perdido contacto por un lapso de más de 30 años. A instancias mías nos adentramos en la Internet y
en pocos minutos supimos que Rafael vivía en Tampa y trabajaba en la Universidad. Phil lo sorprendió entonces con una llamada telefónica que borró en un segundo la incomunicación. El propio Rafael me contó que llegó a los Estados Unidos como refugiado político en el proyecto “Peter Pan” dejando a su familia atrás y con el inmenso temor de no volverlos a ver, aunque años después logró la reunificación familiar e inició sus estudios de Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Nuevo Méjico, donde conoció a Phil. La vida hizo que estos dos amigos se comunicaran de nuevo desde mi oficina, y la entrañable amistad de antaño abrió sin quererlo el camino para mí, otro cubano que en la rudeza del exilio encontró un nuevo amigo. Phil me contrató entonces como consultante de su compañía, de la cual hoy soy miembro activo.
En Mayo del 2005 visité Texas Tech University decidido a finalizar mi PhD. Mi colega James Selasky había logrado una cita con el Dr. Richard Peterson, Profesor Titular del Departamento de Ciencias Atmosféricas. Confieso que al llegar a la cita me sentía sobrecogido ante el paso que pretendía iniciar, pero durante las presentaciones habituales vi iluminarse el rostro del profesor cuando oyó que era cubano, pues recordó al instante a su compañero de dormitorio en sus años universitarios, un cubano con el que cultivó una amistad que aún dura a pesar de que su amigo vive en Europa. La rememoración de aquel tiempo ya ido pero vivo en su memoria hizo al profesor feliz y muy afable durante nuestra entrevista. Quizás esa atmósfera diáfana me abrió las puertas de esa universidad donde pronto culminaré el sueño que la tiranía pretendió tronchar.
A finales de Enero de este año asistí a una entrevista de trabajo en una planta productora de flores y plantas ornamentales. Necesitaban allí un meteorólogo para desarrollar pronósticos a largo plazo en apoyo al cultivo, y contactaron conmigo y me ofrecieron una cita. Al llegar a la oficina Tom Dickerson, jefe ejecutivo, me preguntó sonriendo: “Archie, are you from Mexico?”, a lo cual respondí: “No, I am from Cuba”, listo ya a explicar donde se encuentra la isla. Mi sorpresa fue enorme cuando me contestó: “Cuando era estudiante de ingeniería en Texas Tech los alumnos más brillantes de mi aula eran cubanos…” y soltó una larga parrafada llena de admiración por mis compatriotas desconocidos, cubanos en desgracia que llegaron como los antes mencionados, que sufrieron un exilio mucho más duro que el mío, y que con su talento y dedicación crearon un patrimonio más allá de lo puramente económico y político, un patrimonio de prestigio palpable que años después ha ayudado a muchos a abrirse camino en la maraña del destierro. Cubanos desconocidos a los que les agradezco lo que por mí hicieron sin saberlo y que demostraron en fecha muy temprana lo absurdo de la situación casi eterna de nuestra patria. Al final de la apología a mis compatriotas sólo atiné a decir:
“Tom, ellos entonces estaban trabajando para mí”. Enseguida me contrataron.
Colaboración de Arquímedes Ruiz Columbié, San Angelo, Texas, Febrero del 2006
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